Hace un año, la sola idea de hablar frente a un grupo de personas me aterrorizaba. Mis manos sudaban, mi voz temblaba, y sentía que todos me estaban juzgando. Todo cambió cuando decidí tomar un curso de oratoria.
El primer día fue difícil, pero los instructores fueron pacientes y los ejercicios prácticos me ayudaron a ganar confianza poco a poco. Aprendí técnicas de respiración, cómo estructurar mis ideas y, lo más importante, cómo transformar mis nervios en energía positiva.
Hoy, no solo puedo hablar en público sin miedo, sino que disfruto hacerlo. Este proceso me ha abierto muchas puertas, tanto en lo personal como en lo profesional. Si yo pude hacerlo, tú también puedes. ¡Atrévete a dar el primer paso!